novembro 14, 2007

Terrorismo e religião


Coloco, a seguir, um trecho do livro As religiões assassinas, de Eli Barnavi, infelizmente ainda não traduzido no Brasil. Poucas vezes encontrei tanto equilíbrio ao tratar de um tema que costuma despertar paixões radicais. Ler não só o trecho abaixo, mas o longo excerto disponível na web, nos faz entender por que os valores da civilização fundada na Velha Europa, da qual somos herdeiros, são, no mínimo, imprescindíveis:

Cuanto más envejezco, más me convenzo de que la verdadera infraestructura de las sociedades es mental – ése es el caso del Islam, o más bien de la versión cerrada, exclusivista y autocentrada del Islam que acabó por imponerse en la Edad Media. La lectura de los informes anuales del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), redactados por intelectuales árabes, es literalmente asombrosa. Por ejemplo, nos enteramos de que, en diez siglos, el mundo árabe-musulmán ¡ha traducido menos obras extranjeras que la España de hoy en en un solo año! Censura política y religiosa, falta de curiosidad, desprecio por lo que se hace en otras partes, todo se combina para transformar a una civilización antaño brillante y dominante en un vasto gueto libremente elegido y desgajado del resto del mundo. En torno al año 1000, el árabe era la lengua científica por excelencia, hasta el punto de que el filósofo y sabio judío Maimónides decía estar persuadido de que únicamente se podía razonar en esa lengua. Hoy, prácticamente ya no se pueden enseñar las ciencias en árabe y los diplomas de las universidades del mundo musulmán no valen ni el papel en el que están impresos. Esto es lo que dice de las universidades de su país Pervez Hoodbhoy, profesor de física nuclear en la universidad Quaid-e-Azam de Islamabad, en el Global Agenda 2006, el boletín del último Foro de la economía mundial de Davos: “Las universidades públicas de Pakistán y, con alguna excepción las privadas, son ruinas intelectuales y sus diplomas carecen prácticamente de valor. Según el Consejo pakistaní para la Ciencia y la Tecnología, los pakistaníes únicamente han logrado registrar ocho patentes internacionales en cincuenta y siete años”. Claro está, Pakistán sólo es un ejemplo entre otros, y no forzosamente el peor: “Es casi imposible”, prosigue el sabio pakistaní, “encontrar un nombre musulmán en las revistas científicas. La contribución de los musulmanes a la ciencia pura y aplicada, medida en términos de descubrimientos, de publicaciones y de patentes, es insignificante. La cruda realidad es que hace siglos que la ciencia y el Islam van cada uno por su lado. En resumen, la experiencia científica musulmana consiste en una edad de oro desde el siglo IX hasta el siglo XIV, a la que sigue un largo eclipse; en un modesto renacimiento en el siglo XIX; por último, en los últimos decenios del siglo XX, en un foso aparentemente infranqueable entre Islam de un lado, ciencia y modernidad del otro. Este foso, así lo parece, no deja de acrecentarse”.

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